Tomás Mota es el narrador y le ocurren muchas cosas.
Pero Benjamin Smith, Allison Davies o María son también actores principales de un relato en el que no solo actúan los personajes, sino también las ideas.
Lo bueno de las novelas es que, por minuciosa que sea la descripción de un personaje, cada lector imagina un rostro diferente. Pero este sitio es un lugar visual, así que vamos a sugerir algunos. La pintura clásica es una fuente inagotable y el molde humano es intemporal.
Este retrato de Carmen Gaudin (1885), de Henri Toulouse-Lautrec, bien puede representar a la joven que Tomás Mota conoce al comienzo de sus aventuras.
El viejo comerciante de Tarifa, orgulloso de ser descendiente de Tarik, se parece, aunque con menos barba, al Guardián de la Mezquita de Damasco, pintado por Gustav Bauernfeind en 1891
El amigo íntimo de Tomás viste siempre con elegancia, como Juan Perea, retratado por Federico de Madrazo en 1839.
El estiloso médico norteamericano que trabaja en el hospital de Majuro podría parecerse a este hombre desconocido, pintado en 1927 por Samuel Jessurun.
Este retrato de un hombre, realizado por Robert Campin hacia 1430, sugiere la apariencia del armador indonesio.
De izquierda a derecha, Kiki de Montparnasse, pintada por Kees van Dongen en 1924, Quappi con suéter rosa, de Max Beckmann (1934) y Yekaterina Bakunina, Anónimo, c.1810. Todas pueden ser este personaje camaleónico.
La funcionaria de la IOPC que asigna la misión a Tomás podría parecerse a esta máscara femenina en cristal opaco, realizada por Henri Cros a finales del siglo XIX.
El rostro de la señora de Creus, retratada por Luis de Madrazo en 1870, revela la calma y seguridad de la "prima" de Allison Davies, a la que ayuda a desenvolverse en Ambewo.
José Nicolás de Azara, pintado por Anton Rafael Mengs en 1774, fue un político y diplomático muy activo, pero su rostro recuerda al que podría tener el médico amigo de Tomás.
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